viernes, 26 de julio de 2013

EL BEBÉ Y EL PROCESO ADICTIVO: NACER CON UNA CUCHARA OXIDADA EN LA BOCA.

EL BEBÉ Y EL PROCESO ADICTIVO: NACER CON UNA CUCHARA OXIDADA EN LA BOCA.
TOMADO DEL LIBRO
"RECUPERE A SU FAMILIA DE LA ADICCION" DE CRAIG NAKKEN.

Cuando se es todavía bebe (desde el nacimiento hasta el primer año) es cuando se están poniendo los cimientos básicos de la personalidad. Nacemos en un mundo social en que nuestra capacidad para establecer relaciones consentido será crucial. En The Life Cycle Completed, Erikson escribe: "Al nacer, el niño abandona el intercambio químico del vientre para entrar al sistema de intercambio social de nuestra sociedad". La meta de la infancia es desarrollar la fe en las relaciones y en la humanidad.

Nuestros padres conforman nuestro principal sistema de intercambio social. Inconscientemente, cuando somos niños, mezclamos su ser con nuestro ser. En cierto sentido, nuestros padres se implantan en nosotros y echan raíces, lo queramos o no. Sus creencias, su estilo de vida y sus patrones de interacción constituyen la vara invisible con la que eventualmente nos juzgaremos a nosotros mismos y a los demás. La principal función de los padres es amar, proteger y cuidar al infante para que pueda llegar a sentirse seguro. Cuando los padres crean un ambiente libre de temor, permiten al infante, que todavía no habla, experimentar sentimientos de confianza y seguridad.

La mayoría de los padres gustosamente dan de sí mismos para ayudar al infante a desarrollarse. Entre más amor pueda expresar un padre a su hijo, el infante sentirá más confianza. Se desarrolla el sentido de relación. "Los padres no sólo tienen ciertas formas de guiar mediante prohibiciones y permisos: también deben ser capaces de representar ante el niño una profunda, una esencial convicción de que lo que están haciendo tiene sentido", escribe Erikson.

Cuando no se satisfacen las necesidades de relación de los infantes, éstos pueden resistirse a salir al mundo cuando sean mayores. Los infantes nacidos en ambientes de completa adicción familiar, nacen en el seno de familias que se oponen a relaciones nutricias. Estos infantes se convierten en los niños más dañados en nuestra sociedad. Si un niño no conoce más que la conducta adictiva desde el primer día de su vida, ¿cómo encontrará la esperanza cuando sea adolescente?

Cuando estos infantes lloran, nadie va a atenderlos porque los adultos están ebrios tumbados en el sofá. Si un padre adicto llega responder, lo más probable es que le grite al infante o le diga que se calle, para después volver a dormir. Si a la mañana siguiente el padre ya está sobrio y se siente culpable por haber descuidado al infante, es posible que lo arrulle durante horas enteras. Esta conducta de altibajos hace prácticamente imposible que el infante se forme un sentido de orden e influencia. Con frecuencia, se le grita los infantes porque sus necesidades básicas son consideradas como una "carga" por el adulto.

Estos infantes se convierten en adultos con problemas para confiar en la humanidad, porque para ellos no existió una verdadera humanidad en quien confiar. 

Los infantes desarrollan confianza cuando experimentan interacciones coherentes y predecibles, no cuando viven en la incoherencia que acompaña al proceso adictivo.

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