TE NECESITAMOS VIVO.
TOMADO DEL LIBRO
“TÚ ERES LUZ…ENCIÉNDETE” DE OLGA NELLY GARCÍA
Tú eres vida, aunque a veces te sientas medio muerto. Tus emociones descontroladas aniquilan la fuerza natural que posee tu sistema interno. Tu motor está apunto de desvielarse, Y no es porque el carro este correteado o porque sea chafa, sino porque no recibe un buen tratamiento, la atención necesaria o el cuidado preciso.
Estás más enamorado de las cosas materiales y del dinero que de tu cuerpo. A la larga, tu cuerpo va a hacerte más falta que el dinero. ¿Cuánto cuesta tu estómago?,¿Cuánto los 26 huesos de cada uno de tus pies? Si no tuvieras uno de ellos, no podrías sostenerte igual.¿en cuánto dejas tus pulgares? Tendrías que acostumbrarte a abotonarte sin ellos. ¿Qué precio tiene que tus músculos funcionen bien? Si no fuera así, no podrías llevarte el tenedor a la boca ni tomar el salero de la mesa y mucho menos sostener tu cabeza: la traerías agachada o de ladito. ¿Respiras solo? ¿Tus riñones limpian tu sangre?¿Tu vejiga sigue encargándose de tu orina o traes colgando una bolsita con sonda?
¡Ups! Cuántas cosas están jalando bien adentro de nosotros y ni cuenta nos habíamos dado. Te recuerdo que hay personas a quienes los riñones ya no les limpian la sangre. Ellos tienen que ir a sentarse junto a una máquina de diálisis que hace esa labor. Hay quienes no pueden tomar el salero de la mesa y tampoco pueden sostener su cabeza derechita porque tienen distrofia muscular, hay gente que ya no puede respirar sola y también otra que trae colgando una bolsita que atrapa la orina con una sonda porque su vejiga ya no jala bien. Pero eso no nos importa.
Hasta que algo empieza a fallarnos porque en ese momento dejan de ser importantes el caos, la crisis, la moda y los chismes. Empezamos a observar a nuestro cuerpo con angustia porque ya no está respondiéndonos, entonces daríamos lo que fuera por realizar nuestras actividades de siempre sin dificultad.
¿AMAS LAS TALLAS MÁS QUE A TU CUERPO?
Hemos ido habituándonos (sobre todo las mujeres) a odiar el cuerpo si no cabe en determinada talla. Lo vemos con recelo y casi indignación cuando en vez del 5 o 7, aparece 11 o 13 en la etiqueta del pantalón. Nos dirigimos al probador de la tienda cargando con nuestro cuerpo para hacerlo garras frente al espejo, mientras lo regañamos porque se ve fatal con la prenda que nos gustó.
En el intento de entrar en la talla adecuada nos surge una especie de culpabilidad ignominiosa (ósea vergonzosa) porque acabamos de empacarnos, por séptima vez en la semana, una dotación irresistible de tacos de harina con barbacoa, frijolitos, chorizo con huevo y carne deshebrada, y concluimos el festín con un brownie de postre. Esto sin contar las ocasiones en que sucumbimos a la delicada tentación de ver películas, en el cine o en la casa, frente a un recipiente desbordante de palomitas un caramelo.
Entonces tu hermoso y fiel cuerpo te observa con mesura y parece hablarte cuando lo desprecias al verlo en el espejo” ¡pues ayúdame!", te dice. "¡Todavía no termino de digerir los tamales que te metiste la navidad pasada! Toma agua, por favor, échame la mano ¡no hay que ser! Escúchame cuando te digo que ya estamos llenos, no me recargues con más y más engrudo, pues lo único que me queda por hacer es almacenar todo ese excedente ¡dentro de ti!”
Y luego parece murmurar con sentimiento: "nomás te fijas en lo que no te gusta pero, y la digestión que hago, ¿esa no cuenta? y la renovación celular, ¿no te importa? es un trabajo que hago por ti celosamente y tú nomás te fijas en arrugas, lonjas y piel colgada. Y el que yo limpie tu sangre y tus arterias, a pesar de que me ayudes muy poco. ¿No lo valoras para nada? Dices que no te gustan tus piernas, pero ¿te sostienen?, no te gusta tu panza pero ¿jala?, ya no quieres cumplir años, entonces ¿detengo el corazón?"
"¡Ten dignidad!", parece gritarnos nuestro cuerpo, mientras nos pide no comprar porquerías para vernos más jóvenes, y en lugar de ello tratarlo bien para que vernos jóvenes suceda naturalmente, de acuerdo con el patrón divino que Dios diseñó para cada uno, para que, según sea la edad que tengas, florezca tu hermosura y todos admiren tu sabia juventud.
Casi creo escuchar la desesperación de tu cuerpo cuando grita: "¡Ya pélame, te necesito vivo! Deja de darle tanta importancia a lo que dicen las revistas de moda, es más importante que tú y yo estemos unidos, que me escuches. Cada persona es diferente, tú ya vienes con toda la instrucción necesaria para florecer de la mejor manera si te dejas de tarugadas".
Eso y más nos grita nuestro cuerpo encabritado de tanto desprecio de nuestra parte, enojado sobre todo, por tanta indiferencia a su trabajo natural, preciso, inteligente, estratégico. Pero nosotros seguimos enchufados a pura superficialidad, a puros asuntos vanos e inútiles.
Me he dado cuenta que si lo amamos, el cuerpo colabora con nosotros. Si logras unirte a tu cuerpo, y decides tratarlo bien, nunca volverás a saber, por ejemplo, de un rebote causado por una dieta. Simplemente tu cuerpo responde fielmente cuando tu propósito es lograr la armonía y el equilibrio de la cabeza a los pies, no solamente mejoras estéticas.
Vuelve a ser amigo de tu cuerpo para que, con los años, se convierta en tu mejor aliado.